Fede Valverde no tiene precio
Por Adrían Marcos
Hace unos años la marca Under Armour ensalzaba la figura de Michael Phelps en uno de sus anuncios mostrando cómo vivía el nadador estadounidense: sus entrenamientos en soledad y sus baños en agua helada, su desmesurada dieta y sus tratamientos, bajo el lema: "Es el trabajo que haces en la oscuridad el que te pone frente a los focos". Un eslogan publicitario que representa a la perfección la carrera del deportista olímpico más condecorado de todos los tiempos y también la de un Fede Valverde que ahora está en su mejor momento.
El centrocampista uruguayo acapara todas las miradas tras cada partido del Real Madrid en este inicio de temporada, como ya sucedió durante varios tramos del curso pasado, por su derroche de fútbol hasta la extenuación. Pero para llegar hasta donde está ahora, aunque tan solo tenga 22 años, ha tenido que trabajar muy duro y lidiar con las críticas de los que no creían en él.
El conjunto blanco le incorporó al filial en verano de 2016 desde Peñarol tras conocerle siendo aún menor de edad. Valverde, que era un joven que acababa de tener su primera experiencia con el fútbol profesional, comenzó a entrenar con el primer equipo del club uruguayo siendo teniendo ya un acuerdo con el Real Madrid, que esperó hasta que tuvo 18 años para hacerle cruzar el charco.
El charrúa se sumó entonces a las filas del Real Madrid Castilla y tras unas semanas de adaptación logró hacerse un hueco en el equipo. La temporada siguiente la directiva optó por una cesión al Deportivo de la Coruña, donde muchos le vieron por primera vez y se cuestionaron si tenía nivel para jugar en uno de los mejores equipos del mundo. Mientras tanto Fede siguió trabajando, desarrollando su físico e integrando el juego europeo hasta que en verano de 2018 finalmente regresó a Madrid.
El baile de entrenadores en el banquillo del primer equipo no le impidió comenzar a hacerse un hueco y disfrutar de minutos salteados al tiempo que entendía dónde estaba y aprendía de la mano de sus compañeros. Hasta que el curso pasado, con Zinedine Zidane asentado, llegó su momento y no decepcionó. Valverde demostró un amplio abanico de cualidades para el fútbol sustentadas en un derroche físico como ningún otro en el equipo.
El uruguayo se convirtió en el recurso más recurrente del técnico galo cuando necesitaba otra marcha más para el equipo ya fuese desde el pivote, el interior derecho o incluso como extremo. Su velocidad y poderío físico le llevaron a luchar por la titularidad, y su buen manejo con el balón, sus arrancadas y su llegada le llevaron directamente a conseguir lo que perseguía: ser uno más entre todas las estrellas del Real Madrid.
Su crecimiento en el cuadro merengue ha ido de la mano al que ha experimentado en la selección uruguaya, donde es ya un indiscutible para Tabárez y uno de los líderes del equipo, como bien se ha podido ver en el último compromiso de los 'celestes' ante Chile. Valverde se desfondó en un partido que por momentos fue un duelo en la medular entre él y Arturo Vidal, como grandes exponentes de ambos conjuntos en un partido bronco.
Y así, con un despliegue de habilidades sobresalientes, se ha ganado el interés de los grandes de Europa, entre ellos un Bayer de Munich que trató de hacerse con sus servicios este verano, pero se encontró la puerta cerrada a cal y canto. Tanto Valverde como el Real Madrid saben que tiene potencial para dominar el fútbol durante muchos años y ambas partes quieren que lo haga vestido de blanco por lo que no saldrá a ningún precio.
En el Santiago Bernabéu deben hacer todo lo que esté en su mano por retener y contentar a un futbolista cuya perspectiva es sentarse en la mesa de los más grandes durante la próxima década. Como también decía Under Armour, Fede Valverde ha logrado eso de "encontrarse a uno mismo" y lo ha hecho en el mejor escenario posible, en un Real Madrid que tras verle trabajar en la sombra durante años le ha llevado a brillar más que nadie ante los focos.