Messi necesita un cambio para volver a ser feliz
No me gusta el coaching. Voy un paso más allá, detesto a todos los aficionados de charlas motivadoras, todavía más a los que leen libro de motivación o autosuperación. Al menor síntoma de autoayuda en mi cerebro explota un letrero en palabras grandes y mayúsculas: NEXT. Si sois de mi cuerda, no temáis por el titular, este artículo no versará sobre cómo puede o debe recuperarse Messi, su estado moral o su visión de futuro. Sí lo hará sobre esos cambios que necesita para volver a encontrarse con su fútbol.
Los cambios no surgirán de Messi. No buscará en su lucha interior cómo volver a sentirse futbolista y ser el jugador decisivo que ha sido siempre, el que no aparece esta temporada. De hecho, todo lo que tiene que ocurrir no depende de él mismo, sino del entorno. La recuperación de la Pulga pasa por dos caminos: marcharse del Barcelona o que el actual Barcelona se marche y regrese con un proyecto ilusionante. Ninguna opción es sencilla.
La primera requiere un cambio muy grande. Messi no va a jugar en otro equipo de LaLiga que no sea el Barcelona. La fidelidad a los colores blaugranas se lo impiden. Salir del Barcelona supondrá un nuevo país, una cultura, una vida y unos compañeros diferentes. El verano pasado estaba decidido a dar el salto. Bartomeu se lo impidió. El paso, sea al país que sea, renovaría el hambre de fútbol del argentino.
La segunda opción se antoja complicada en tiempos pandémicos. El Barcelona no tiene hambre de juego ni de títulos. La crisis institucional le ha trastocado. Messi necesita un nuevo presidente con ganas de cambiar las cosas. Un dirigente con una apuesta deportiva firme, grandes fichajes y objetivos altos. Un nuevo bloque que conquiste su corazón y con el que necesite brillar.
Los dos cambios intuyen un tercero: terminar con la Messidependencia. El argentino no puede ser el centro de todo. Messi necesita que sus compañeros jueguen al fútbol para poder apoyarse en sus movimientos y sacar a relucir su grandeza. No puede encargarse de todo ni ser el blanco de todos los pases; la capacidad de sorprender termina por agotarse.
Así todo, sin una pizca de autoayuda ni inmersiones morales que recuperen el espíritu del diez, Messi puede volver a engatusarnos con su zurda. Puede y, muy probablemente lo hará. Solo necesita dos cambios.