Memphis ilusiona al Camp Nou en un verano tormentoso
No ha sido el verano del Barcelona. Los culés no han tenido las vacaciones esperadas. Han vuelto al trabajo o a las clases y se han encontrado todo deshecho, patas arriba, sin nada de lo que esperaban. Sin comerlo ni beberlo no llegaron a ser un chuleta de un barrio llamado Bel-Air, pero se les han ido Lionel Messi, pese a las declaraciones de Joan Laporta asegurando que todo iba viento en popa a toda vela, y Antoine Griezmann, del que todos esperaban que tomara las riendas con la marcha del argentino.
Desde luego que no han sido las vacaciones soñadas, pero incluso en los puntos más oscuros, el ser humano encuentra un espacio al que agarrarse, un brote de esperanza capaz de revitalizar las fueras. Desde el agujero en que se han sumido, Memphis les ha empujado para coger impulso y volver a soñar con la cima de la montaña liguera, el camino al olimpo futbolístico.
Memphis no se ha arrugado y desde el primer minuto que viste la elástica del Barcelona pide el balón, se ofrece, se entrega, se atreve, asiste y marca. El futbolista ha renovado la ilusión del Camp Nou en las primeras jornadas y la ha lanzado con los Países Bajos. Ha sido, con diferencia, el mejor jugador de su selección y está dispuesto a seguir con su buen nivel a las órdenes de Ronald Koeman.
Memphis es el brote verde en la montaña quemada, el punto positivo de la resta, el último jugador de la caja de Pandora, el holandés del Camp Nou. El barcelonismo intentará olvidar a dios con su verticalidad y su gol. La tarea no será fácil, pero ya ha cumplido su primer objetivo: la esperanza.