El futbolista que ni pudo ni quiso dar más de lo que dio en el Real Madrid
Por Adrían Marcos
"Por fin", "a mi nunca me gustó", "ya era hora de que se fuera"... Estas y muchas otras similares son algunas de las frases que más se habrán escuchado y se repetirán a lo largo de estos días acerca de la marcha de Gareth Bale del Real Madrid. El futbolista galés aterrizará hoy en Londres para firmar su cesión al Tottenham y dejar así, por la puerta de atrás, el club al que ha servido, con mayor o menor compromiso, durante siete años de su vida.
Decía Ray Loriga que "la memoria es el perro más estúpido, porque le tiras un palo y te trae cualquier otra cosa", y probablemente esa esa la situación en la que se encuentran muchos aficionados, madridistas o no, que por los dos últimos cursos de Bale, olvidaron los cinco anteriores. Y no es que yo sea un defensor a ultranza del galés, pero hablar de que su paso por el Real Madrid ha sido un fracaso, una decepción... me parece tener muy poca memoria.
El 'Expreso de Cardiff', como bien se le apodó años atrás, se marcha tras dos años nefastos y eso es innegable, pero hay que saber mirar hacia atrás en el tiempo. Gareth Bale se despide tras anotar 105 goles, algunos de ellos decisivos en finales como el de la Copa del Rey tras el sprint con Bartra, el 2-1 en la prórroga de la 'Décima' o el doblete en Kiev saliendo desde el banquillo, y repartir 68 asistencias en un total de 251 partidos oficiales.
Unos números envidiables para cualquier futbolista que acompañan a unas vitrinas en las que encontramos cuatro Champions League, cuatro Mundiales de Clubes, tres Supercopas de Europa, dos Ligas, una Copa del Rey y dos Supercopas de España. Un palmarés que queda empañado por sus dos últimas temporadas, las posteriores a la BBC, cuando le correspondía coger el testigo que dejaba Cristiano Ronaldo.
La salida del portugués dejó vía libre al galés para coger las riendas del equipo y asumir los galones de líder, pero fue incapaz de hacerlo. Su rendimiento nunca estuvo a la altura del que mostró su compañero, algo que era predecible, pero es que entre sus continuas visitas a la enfermería y la falta de confianza de Zidane en él, no estuvo ni cerca de ser el que debía ser. Y así, sin el apoyo de su técnico ni el calor de su afición, comenzó la caída libre.
Si a Gareth Bale se le puede reprochar algo de sus primeros años en el Real Madrid no es su comportamiento dentro del campo, sino fuera. Más allá de las dificultades del idioma, el de Cardiff no tuvo ningún gesto hacia la grada madridista, no se dejó querer, y eso se vio claramente cuando llegaron las críticas. Tanto la afición como los medios utilizaron al extremo como punching ball, como la excusa recurrente para salir del paso cuando el equipo no funcionaba.
Después de todo esto, Bale se marcha con la imagen de los últimos desplantes, de las bromas en la grada y la indiferencia sobre el césped, pero también como un futbolista con más goles que Ronaldo, más asistencias que Beckham, más títulos que Zidane y más Champions que Raúl, que no es poco. Bale se va por la puerta de atrás y sin honores, con dos años de contrato por delante y con la sensación de que la renovación de 2016 y la carrera en el Real Madrid se le hizo larga.
Primero fueron las lesiones, que han lastrado parte de su paso por el Real Madrid, impidiéndole mantener una regularidad en sus números y, con ello, llevar más allá su carrera. Y después, con la confianza del entrenador y la afición perdida, fue su falta de profesionalidad y sus desplantes los que le han terminado costando su mala fama. Es por eso que Gareth Bale quedará como ese futbolista que podría haber dado mucho más al Real Madrid, pero primero no pudo y después no quiso.