Bartomeu ganó una batalla, Messi ganó la guerra
Por Adrían Marcos
La noticia del día de ayer a nivel deportivo, más allá del tropiezo del Real Madrid y la exhibición de João Félix en Champions, fue la dimisión de la junta directiva del FC Barcelona al completo después de que la Generalitat diese luz verde al referéndum para el voto de censura. La plataforma 'Més que una Moció' consiguió su objetivo en las condiciones más adversas posibles y Josep María Bartomeu, que se agarró al sillón hasta el último momento, terminó tirando la toalla.
Esta decisión ha llevado a todos los medios a echar la mirada atrás para recordar todos los momentos en los que el ya ex-presidente del conjunto azulgrana estuvo contra las cuerdas: el paso por los tribunales, las derrotas en Roma, y Liverpool, el caso 'Neymar', el 'Barçagate' y, como no, el cara a cara con Leo Messi. El argentino es posiblemente una de las personas que más han celebrado la marcha de Bartomeu después de estar cerca de abandonar el club de su vida.
El pasado verano estuvo marcado por el coronavirus en lo general y por el culebrón con el futuro del rosarino como protagonista en el terreno deportivo: el burofax, los rumores de clubes interesados, las reuniones en casa... Cada día era un capítulo más que parecía alejar a Messi del Camp Nou y asentar a Bartomeu en su posición en una batalla de tu a tu, a ver quien puede más y quien suelta el órdago más grande.
El dirigente se llevó al gato al agua cuando aseguró que él estaba dispuesto a abandonar su cargo con tal de que el '10' siguiese vistiendo de azulgrana. Esa estrategia, junto a las amenazas de denuncia, fue el detonante para que Messi terminase replegando filas para terminar con la famosa entrevista en la que confirmó su continuidad, pero dejó más de un recado para la directiva azulgrana, que se salió con la suya en esa ocasión.
Bartomeu puso en juego su cabeza y Messi, como el César en el Coliseo, alzo el pulgar hacia arriba para perdonarle la vida. Él se quedaba y el presidente también, un pequeño triunfo para el presidente, que no esperaba que más de 20.000 socios se convirtiesen en sus particulares leones para terminar con su vida en el Camp Nou. Y así, sin sorpresas como en las películas, el empresario convertido en gladiador terminó cayendo, ganó una batalla, pero perdió la guerra.