A seis años del Argentina-Holanda: un completo repaso del día en que Romero se convirtió en "héroe"

Netherlands v Argentina: Semi Final - 2014 FIFA World Cup Brazil
Netherlands v Argentina: Semi Final - 2014 FIFA World Cup Brazil / Amin Mohammad Jamali/Getty Images
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La felicidad plena. La algarabía máxima. Romper una barrera que parecía imposible de destrozar. Hacer ilusionar a 44 millones de argentinos, que hicimos añicos esa desunión que nos suele caracterizar. Volver a creer.

Hoy se cumplen seis años del paso a la final tras vencer a Holanda en las semis del Mundial de Brasil 2014. Pero, en realidad, reducir aquel 9 de julio simplemente al hecho en cuestión es minimizar los sentimientos que afloraron en nuestros corazones, por distintos motivos.

Pongamos en contexto: para empezar, la selección argentina liderada por Alejandro Sabella desde el banco de suplentes y por Lionel Messi en el campo de juego sabía perfectamente que, de vencer a los holandeses, lograrían meterse al duelo definitivo de una Copa del Mundo 24 años después. Sí, 24 años después.

Había dos formas de utilizar este dato tan recurrente y apuntado tanto por la prensa argentina como por los millones de fanáticos: de manera temerosa y a la defensiva, pensando que había cierto tipo de malaria en contra de los que usaban la camiseta celeste y blanca, o como motor para salir a comerse vivo al rival.

Y eso hicieron. Si bien lejos estuvo de exhibir un nivel brillante de fútbol en aquel partido (y en casi todo el Mundial, vale decirlo), el deporte más popular del mundo tiene cientos de matices y la Argentina siempre se mostró enfocado en el objetivo primordial: ganar.

Para ello tuvo que sacar las agallas. Esas que nos caracterizaron a lo largo de nuestra historia enfrentando distintas situaciones adversas. Y para sacar las agallas no hay nadie que pueda representarlo mejor que Javier Mascherano.

Tras el 0 a 0 en los 90 minutos, fue el volante central quien se encargó de darle vida a la Selección con dos situaciones: la primera netamente futbolística, con aquel memorioso e inolvidable cierre ante la inminente definición de Arjen Robben, que le provocó un desgarro anal (perdón, pero fue así) al capitán sin cinta.

La segunda no tuvo que ver estrictamente con la pelota, pero si contribuyó esencialmente en la mentalidad del arquero Sergio Romero. Tras la paridad en el alargue y el paso a los penales, Masche lo agarró y le dijo: "HOY TE CONVERTÍS EN HÉROE".

No tengo idea si el "Jefecito" sabía lo que iba a ocurrir. Si tenía la capacidad de viajar en el tiempo e imaginarse saltando, gritando, llorando junto a sus compañeros, incrédulos por lo que se estaba viviendo en el Arena de San Pablo.

Lo que sí estoy en condiciones de afirmar es que dichas palabras, sumadas al convencimiento con el que las expresó, provocaron en "Chiquito" un pensamiento GIGANTE. El que le permitió atajarle los remates a Ron Vlaar y a Wesley Sneijder, para provocar en Maxi Rodríguez la oportunidad del boleto a la final.

Y vaya que Maxi sacó el pasaje. El hombre de los goles importantes recibía el guiño del destino una vez más. Era el señalado para llenarnos de alegría. Como en el 2006 ante México con su gol imposible. Todo estaba en sus pies.

Su ejecución la podemos asemejar al comportamiento de nuestra sociedad. Fue un remate violento, potente, con más fuerza que dirección, pero con un suspenso que aceleró nuestros latidos en esos microsegundos que parecían eternos. El arquero Cillessen llegó a tocarla, pero afortunadamente no logró impedir que esa maldita pelota entrara.

¿Por qué lo comparo con la sociedad? Porque la secuencia calca perfecta con lo que somos los argentinos: sufridos, pasionales, sanguíneos. Porque de alguna manera siempre nos la rebuscamos para tener un problema. Pero, al mismo tiempo y de alguna manera, siempre salimos adelante para poder festejar.

Aunque días después no se consiguió el logro máximo, jamás me olvidaré de aquel 9 de julio de 2014 en el que me fundí en un abrazo con mis amigos viendo las atajadas de Chiquito Romero, el llanto desconsolado de Lionel Messi, el enorme liderazgo de Javier Mascherano y la locura de 44 millones de argentinos. Con eso ya tengo suficiente.